Cine (o Sardina): breves notas audiovisuales
Devorado por si mismo: Herzog
y la búsqueda del hombre-oso.
Grisly Man es un documental que pareciera un
falso documental, pero es más: aparenta ser un falso documental que es una ficción, o incluso que la supera... Cuando vemos las imágenes seleccionadas por Werner Herzog que grabó
este amante-freak de los animales
llamado Timothy
Treadwell, no puede menos que impresionarme esta inmensa –y sobre todo
impredecible- capacidad histriónica de este personaje frente a la cámara que
llega a paroxismos insospechados: del meloso acariciador
de zorros o el temerario que se acerca de manera casi suicida a esos
imponentes osos grises en un parque nacional de Alaska, al colérico que
gesticula y grita descontrolado contra las autoridades de ese parque y contra el mundo humano, que tanto desprecia...
Que Herzog haya escogido a este extraño personaje
para otro de sus fabuladores filmes, si
que no es casual: ahí están para demostrarlo, con creces, desde el iracundo y
asesino Aguirre, personalizado por ese otro loco -Klaus Kinski- que lo acompañó en algunos de sus más significativos filmes, hasta
sus patéticos aunque lúdicos "enanos que comenzaron de pequeños”; desde el voluntarista y fanático Fitscarraldo a la inquietante y tenebrosa versión del inmortal conde de Transilvania en Drácula, o ese silencioso y enigmático Kaspar
Hauser de la Alemania del siglo XIX.
La pregunta de porqué Timothy hizo de
este desafío permanente su modo –y el sentido mismo- de su vida durante 13 años
y hasta su horrible muerte, como especie de redención o exorcismo inconsciente,
solo podría encontrarse –posiblemente- en las entrañas de sus psiquis, o del
oso que lo descuartizó y devoró. Y que su destino final haya sido en su decimotercera
temporada, luego de haberse ido de aquella reserva y haber regresado a ella con
su novia, no deja de ser menos enigmático y simbólico…
Herzog, incisivo rastreador de caracteres singulares y
excéntricos, compagina a partir de la meticulosa y precisa edición de esas alucinantes imágenes auto-filmadas por
Treadwell, junto a las suyas como realizador y los testimonios-evocaciones del
personaje, de amigos o conocidos no menos excéntricos que aquel, un inevitable destino que se evidencia en las confesiones
y autoanálisis constantes de Treadwell. Así, como dice el mismo cineasta sobre la
increíble capacidad y precisión histriónica-fílmica de este personaje: “Ni en nuestra más salvaje imaginación sería fácil
encontrar algo como esto…Treadwell estaba grabando una épica al estilo de
Joseph Conrad, en el que aparecía un hombre bajo presión y en medio de la
naturaleza. Era ese personaje extraordinario el que hizo esto tan maravilloso,
siempre sabía donde estaba la cámara y adonde tenía que apuntar...Nadie podía
montar eso mejor que como aparecía”.
No obstante, para hacer más ambigua nuestra
incertidumbre, a veces dudo -por lo inverosímil de lo filmado- si estamos asistiendo
a un montaje de otro “falso documental”, tan de moda, o una suerte de reality
show naturalista -especie de antecedente
de Lost- sino fuera porque tenemos
otras “evidencias” extrafílmicas de que Timothy fue realmente devorado. Por eso Grisly
Man es también –y sobre todo- una alegoría de esa relación entre violenta y contradictoria del mundo animal y humano, de sus crueldades inevitables, de tensiones de
poder –territoriales, físicas y psicológicas- y de una lucha por la
sobrevivencia en el reino de los vivos; pero más que eso: de la capacidad de un
ser humano de desafiar a la muerte, e
intentar transmutarse en algo que dice
amar…
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