Cine (o Sardina): breves notas audiovisuales
Sobreviviendo a Picasso: de autoría,
originalidad y mercado…
La más
reciente noticia del hallazgo –o aparición súbita- de 271 piezas de la autoría
de Picasso, en manos de un modesto y ya anciano electricista que lo
conoció, Pierre Le Guennec, me ha hecho recordar una trilogía de filmes sobre
este inefable artista, antítesis de la otra figura tutelar de las vanguardias
en el devenir del arte del siglo XX: Marcel Duchamp.
En el
primero de estos filmes, El misterio Picasso, un excéntrico
documental realizado por Henry George Clouzot, ganador de un premio especial en
Cannes en 1956, su realizador apela a recursos estéticos y narrativos cercanos
a lo pictórico, para recrear la realización de varias obras –unas 20- por el
artista malagueño. Estas piezas, por cierto, al final del documental
fueron destruidas, como una evidencia del carácter fetichizado que tenía
cualquier trazo hecho por este mítico artista del siglo XX. Otro de esos filmes,
Sobreviviendo a Picasso, explora de una manera caústica y nada
complaciente, esa otra faceta íntima –igualmente contradictoria- de Picasso,
conocido por sus destructivas relaciones con múltiples mujeres.
Pero el
recuerdo más cercano a esta extraña aparición de obras de Picasso, es F de Fraude, el inclasificable filme-collage-falso documental del incorregible
Orson Welles, que realizó en las postrimerías de su vida cinematográfica. En F
for Fake, Welles hace una trampa -una más- cuando en los últimos 15
minutos del filme recrea un supuesto romance de Picasso con Oja Kodar, la
atractiva y joven compañera del mismo cineasta en sus últimos años. En
esa historia de pasión veraniego, supuestamente Picasso hace una veintena de
cuadros sensuales como resultado del affaire con Oja, pero ésta pone
como condición que las pinturas sean suyas, para luego exhibirlas sin el
permiso del autor en una galería de París, con la consiguiente
reacción colérica del pintor, a pesar de que aparentemente recibió elogios de
la crítica de la época por la frescura y el "renacimiento" de su
pintura.
Y aquí es
donde aparece la conexión con el hallazgo actual, pues supuestamente
Picasso también regaló estos dibujos al modesto electricista, aunque está vez la justificación de la "seducción" no parece cercana, lo cual inclinaría a
pensar en un acto de amistad, o de altruismo, algo no tan cercano -tampoco- a
la personalidad del artista. Esto introduce otro inquietante vínculo con
la reciente aparición de esas piezas, como se evidencia en un revelador
artículo-entrevista aparecido en El País, de Antonio Jiménez Barca, donde el
electricista afirma que no le dio mayor importancia a ese regalo, pues “Para
mí no eran cuadros, no eran pinturas, muchos no estaban acabados, eran dibujos,
pruebas, a los que no di mucho valor...". Aunque tal vez una de las
afirmaciones más llamativas -y alucinantes- de la entrevista, es la
espontaneidad y la capacidad de inventiva de este particular personaje, cuando afirma que
fue capaz de ponerle títulos a las obras del pintor: "Mientras
las fotografiábamos les íbamos poniendo el título que nos parecía mejor, un
poco al tuntún: a una la llamamos Bailarina, a otra Cabeza de mujer..., yo no
sé".
Este sorprendente descubrimiento de piezas aparentemente “auténticas”, ha provocado que los herederos de Picasso y sus abogados hayan demandado a Guennec por supuesto ocultamiento, argumentando que no imaginan al pintor regalándole a su electricista "un grupo de dibujos o dándole collages surrealistas que no habría regalado ni a Braque”. A este argumento de los herederos y sus abogados, habría que recordarles una referencia precisamente a Picasso en F de Fraude: la del famoso falsificador Elmyr de Hory, quien con su habilidad para falsificar dibujos del pintor cubista, ponía en entredicho si muchas piezas que hoy se encuentran en importantes museos y colecciones, fueron realizadas por el mismo Picasso, pues como se dice en el filme, el propio artista fue capaz de decir que él también pintaba “falsos Picassos”, haciendo alusión a ese carácter de manufactura casi pre-walholiana en que se convirtió su obra.
Otra
cuestión que enlaza este hallazgo picassiano a F de Fraude, y
especialmente a la excéntrica personalidad del falsificador Elmyr de Hory, son
las especulaciones de la prensa y de los propios abogados de la familia
acerca de la "falsa" inocencia o ingenuidad de Guennec (al
igual que pasa con Elmy de Hory en su famosa biografía y el filme de Welles), pues no creen la actitud de aparecer totalmente sorprendido y hasta abrumado por las controversias que ha
desatado de este hallazgo y las connotaciones jurídicas que ha alcanzado,
reactivando de alguna manera esa difusa relación entre verdad y falsedad, no
solo respecto al arte, sino de los comportamientos humanos mismos.
Ahora bien,
quizás la clave de toda esta tormenta se encuentra en una frase de Orson
Welles casi al final de F de Fraude, cuando frente a la Catedral de
Notredame reivindica la idea de una creación "sin nombre": "qué
importa quien habla", nos dice Welles, en una frase que pareciera un
eco de Barthes, o de Godard, en esa misma época (1973) que se hizo el
filme; una afirmación contundente que se sitúa en las antipodas de la
fetichización mercantilizada de la autoría -de la cual Picasso es uno de sus
paradigmas mayores- y la negación paralela de que un desconocido y modesto electricista
como Guennec, pueda tener el derecho a ese legado que le cambiaría la vida a
él y sus descendientes, por unas reglas -las del mercado del arte- que él mismo ni
siquiera conoce...
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