"Cuba no existe ya para mí más que en el recuerdo o los sueños, y las pesadillas. La otra Cuba, aun la del futuro, cualquiera que este sea, es un sueño que salió mal". Guillermo Cabrera Infante. Mea Cuba.

4.1.15

El (fantasmal) susurro del Yo también exijo

El (fantasmal) susurro del Yo también exijo  

arte, política y activismo, censura, represión y ciudadanía.  

“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, escribieron Carlos Marx y Federico Engels en su archifamoso  Manifiesto Comunista de 1848. Una  frase que -cual boomerang-  vuelve una y otra vez, aunque con significados y connotaciones muchas veces perversas, como lo ha expuesto Iván de la Nuez en  El comunista manifiesto (1). Recurro a esta manoseada frase del imaginario socialista y comunista, porque me pareció justo la más apropiada para referirme a la performance  “El susurro deTatlin #6 / Yo también exijo”, que intentó llevar a cabo la artista cubana Tania Bruguera el pasado 30 de diciembre en la llamada Plaza de la Revolución,  y cuya  aparente frustración o no realización,  es lo que  le ha otorgado precisamente su mayor fuerza simbólica y potencial subversivo.

Apagados parcialmente los apasionamientos que trajeron los tres arrestos-secuestros-desapariciones  que sufrió Tania en apenas 3 días (a pesar de que  aún está pendiente sobre ella una grave y arbitraria acusación legal, en un país donde las “leyes” son letra muerta y manipulable), quisiera analizar algunas connotaciones de esta propuesta en relación a los vínculos entre arte, política y activismo, pero también a las repercusiones  y potencialidades simbólicas que esta acción pudiera tener respecto a cómo afrontar una toma de posiciones –política, ética, ciudadana-  de cara a los inevitables cambios que se avecinan en los próximos meses y años en Cuba. Para ello también me interesa -de manera dialógica- citar o referir algunas de las posiciones que se han venido expresando,  tanto en los debates en las redes sociales  como en artículos con diversos énfasis.
 
 En ese sentido, la posición que ha causado más controversia -y sorpresa- ha sido el texto  del reconocido artista y pedagogo cubano Lázaro Saavedra (2), que cuestionó a Tania Bruguera varios  aspectos asociados a su performance,  tomando como pretexto   las contradicciones que se le han señalado a  los vínculos entre arte, política y activismo, pero también a las particularidades del contexto político y artístico cubano.  Esa posición de Lázaro  Saavedra  ha sido cuestionada en comentarios y artículos por artistas, curadores o escritores como Pablo Helguera, Elvis Fuentes o Enrique del Risco, con puntos de vista con los que básicamente concuerdo, y a los que agregaría algunas cuestiones.

Cuando Lázaro Saavedra alude al supuesto “oportunismo” de la acción de  la artista, más que verlo en un sentido negativo, creo que más bien es necesario rescatar la “oportunidad” (el momento y contexto precisos) de la acción como base misma de su efectividad y trascendencia simbólica y real. Esta acción de Tania Bruguera surgió como una reacción inmediata –pasional y visceral, podría decirse, pero también profesional, como artista- a  un  trascendente cambio que se ha producido en las relaciones entre Cuba y los EE.UU., a partir de una negociación secreta entre ambos gobiernos  que causó un enorme impacto  a todos los cubanos (y al mundo), pero del cual quedó completamente excluida la  sociedad civil cubana de dentro o fuera de la isla.
 
La performance “Yo también exijo”  comenzó, de tal modo,  en el momento mismo en que se produjo el anuncio de la reanudación de relaciones,  cuando Tania envió una carta abierta dirigida a Raúl Castro, Barak Obama y el Papá Francisco reclamando por la exclusión absoluta en esas negociaciones de la sociedad civil, así como la demanda de tomar en cuenta las voces de esos cuidadanos de dentro y fuera de la isla, de cara a  los posibles rumbos futuros de  la isla.  A propósito de esto, el curador y ensayista mexicano Cuauhtémoc Medina (3), en un atinado análisis previo a la performance, señalaba como la carta abierta y la propuesta de Tania Bruguera en su totalidad, potenciaban  ese imprescindible  rescate de las voces ciudadanas politizadas, como base misma de sus intenciones,  en un contexto de reivindicación de esas demandas en Cuba, pero también a nivel global. Esas demandas civiles y políticas desde el arte –a propósito de aquellos que han acusado de “oportunismo” a Tania Bruguera por esta acción-  se insertan dentro de una coherente  y reconocida trayectoria  de la artista, que ha demostrado desde hace más de 20 años, tanto en el contexto cubano como en el ámbito internacional,  su preocupación e incidencia crítica sobre  diversos fenómenos políticos y sociales: de la censura a la educación o la migración, entre otros (4). 

  
Ahora bien, lo que a mi entender le ha dado mayor trascendencia y fuerza simbólica a esta  (fantasmal) acción de Tania, es precisamente el traspasar las reglas y  límites que impone simbólicamente el sistema del arte, pero sobre todo las que impone el régimen autoritario en Cuba (Rafael Rojas lo llamó con acierto “el arte político como delito común”).  De ese modo, si en la edición “El susurro de Tatlin” de 2009, coincidiendo con los 50 años del triunfo  de la “revolución”, el minuto de micrófono abierto a los ciudadanos quedó confinado al espacio acotado de un centro de arte, esta vez la acción se propuso en un espacio público  altamente simbólico que  ha sido -por antonomasia-  el sitio  de los históricos e interminables discursos de un solo hombre (el Máximo Líder),  y que ahora en su ausencia -también fantasmal- iba ser sustituido, al menos por un minuto, por las voces multiplicadas de muchos…

La  profesionalidad y sagacidad de Tania Bruguera,  se evidenció no solo en concebir este espacio como el más  propicio a nivel simbólico,  sino en saber “negociar” previamente con los funcionarios de las instituciones subordinadas al gobierno (Consejo Nacional de las Artes Plásticas) para tratar de obtener los permisos necesarios, hasta  llegar incluso a proponer un sitio “alternativo”, en este caso las escaleras exteriores del Museo Nacional de Artes,  que resultaba  tan  efectivo como el de la Plaza de la Revolución, pues como la artista misma expuso,  se ubica justo entre el arte (en la entrada de la institución museal, aunque en el espacio público) y lo político (frente a la urna-monumento del emblemático yate Granma y del antiguo Palacio Presidencial,  en una zona popular como La Habana Vieja).  En este caso, el funcionario del CNAP,  Rubén del Valle (5), no solo no cedió, intentando que la performance se realizara bajo sus reglas en el interior de la institución, sino que también mintió sobre lo que se había intentado negociar en la reunión con la artista, para hacerla quedar como alguien intolerante,  intransigente. A partir de ese momento,  sin el apoyo de la institución-arte y con las “naves quemadas”,  la artista actuaba bajo su cuenta y riesgo, más allá del sistema del arte mismo y dentro de un sistema más amplio (el político) altamente represivo y censor. 


Sobre las contradicciones de lo “artístico”  en sus dimensiones y búsquedas políticas o  sociales se ha escrito y polemizado hasta la saciedad, tanto por artistas como por filósofos, historiadores, curadores, ensayistas: de Joseph Beuys  a Hans Haacke y Ai WeiWei, de Lucy Lippard a Marta Rosler y Regina Galindo,  de Santiago Sierra a Marcelo Expósito y Dora García, de Luis Camnitzer a Nelly Richard y Gerardo Mosquera, de Hal Foster a Boris Groys y Jacques Rancieré, entre otros (6).  En este caso particular, considero que Tania Bruguera logró con esta acción (fantasmal),  traspasar los límites del arte y  llevarlos al ámbito de la política,  subvirtiendo así esa mutua anulación  que –por ejemplo- Jacques Rancieré o Hal Foster han señalado al arte con pretensiones políticas, y más bien potenciándolo  desde una perspectiva crítica y subversiva que va más allá de los espacios acotados y condicionados de lo institucional  artístico.  

El riesgo al que se ha visto sometida Tania Bruguera al traspasar estas fronteras de legitimidad y “permisividad” que ampara el sistema  artístico, y mucho más en un contexto  represivo como el cubano, se hizo evidente no solo con la prohibición de la performance por parte de la policía política,  sino en la  triple detención-secuestro de la artista y la ilegal confiscación de su pasaporte y sus medios de trabajo y comunicación.   No obstante, como la misma artista ha dicho, paradójicamente quienes se ocuparon de realizar la verdadera “performance”en un sentido infame, fueron las mismas fuerzas represivas del régimen,  que actuaron de la peor manera, evidenciando así  la naturaleza de sus reacciones instintivas, por el terror que le tienen a la mínima posibilidad de que el ciudadano común pueda manifestarse de forma relativamente libre y autónoma en los espacios públicos.    

Retomando la otra crítica realizada por el artista Lázaro Saavedra a la performance de Tania Bruguera, más referida al contexto cubano  -tanto al artístico como al de la disidencia interna- es de agradecer que Saavedra reivindique al artista cubano que está atrapado  dentro de Cuba y no puede expresarse, por miedo o por conveniencia,  pero sobre todo a los disidentes que sin un nombre reconocido internacionalmente -como Tania-  luchan día a día, muchas veces de manera anónima y sometidos a una enorme presión en todos los sentidos, contra ese sistema. Sin embargo, pretender que la artista debería estar involucrada directamente en actividades de disidencia política desde hace años,  es absurdo y un contrasentido (algo similar se le podría pedir a cualquier artista, incluido al mismo Lázaro), no solo porque ese no ha sido el espacio en el que ella se desenvuelve y reivindica para su trabajo y sus inquietudes, sino porque además,  con propuestas relacionadas con el contexto cubano,  desde hace años  Tania Bruguera ha realizado con frecuencia diversas  críticas y cuestionamientos a las formas autoritarias y censoras de ese régimen: de "El cuerpo del silencio", pasando por "Memorias de la posguerra",  hasta "El susurro de Tatlin #1", entre otras. Lo consecuente y digno de sus posiciones, lo ha demostrado al exigir además que todos los otros activistas, artistas, escritores o gente común que fue encarcelada por asistir -o intentar llegar- a la performance, fuera liberada como condición para ser liberada ella.  


Ahora bien, si hay una dimensión fundamental que rescato de la acción  “Yo también exijo”,  y por lo que considero debe continuar sumamente activa como proyecto y plataforma, más allá de ese simbólico 30 de diciembre de 2014, es el potencial cuestionante  y subversivo frente a un poder excluyente y autoritario, en un degradado estado de cosas actual en Cuba -que algunos han dado en llamar “neocastrista”-  y cuya principal intención es mantener un férreo sistema represor en lo político, con algunas mínimas concesiones en lo económico (lo peor del capitalismo con lo peor del “socialismo”, podría decirse), para repartirse el país entre una élite gobernante-familiar y un capital internacional (incluyendo ahora al estadounidense),  pero a la vez manteniendo en un apartheid económico y político a los cubanos de adentro y afuera de la isla (expresado todo esto en: semi exclavitud laboral, monopolios estatales de inversión, prohibición de inversiones a nacionales,  remesas familiares únicamente para consumo,  selectividad y censura en el acceso a  la internet, junto a otro largo etc.), sobre todo a aquellos que no bajen la cabeza como carneros, y no se avengan a seguir las reglas del juego que se han dictado y que se dicten a partir de ahora. 

 Si “Yo también exijo” genera un movimiento cívico-político, intelectual y ético, que junto a  lo “artístico”, aúne fuerzas y movimientos diversos  para demandar y exigir alternativas desde esas voces ciudadanas y politicas autónomas (no olvidemos que fueron apenas unos pocos activistas, intelectuales, artistas, los que tuvieron el valor de confrontarse a los estados totalitarios de Europa del Este, hasta que se convirtió en un movimiento masivo), por primera vez se pudiera hacer temblar a un régimen en crisis,  como lo ha hecho en estos días Tania Bruguera con su  (fantasmal) performance. 

      

 
.  Referencias:

1.       Artículo de Iván de la Nuez en el País:  http://elpais.com/diario/2011/11/11/opinion/1320966012_850215.html /

2.       Texto de Lázaro Saavedra en blog de Enrisco: http://enrisco.blogspot.com/2014/12/se-abre-el-debate.html

4.         Página de Tania Bruguera: http://www.taniabruguera.com/cms/
Recopilación de textos, entrevistas, videos en mi blog: http://gekain.blogspot.com/2010/12/tania-bruguera-cuerpo-arte-y-politica.html

6.       Sobre este tema existen una gran cantidad de libros, artículos, reflexiones, entrevistas de estos filósofos, artistas, investigadores y curadores referidos.



  

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