El (fantasmal) susurro del Yo también exijo
arte, política y activismo, censura, represión y ciudadanía.
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del
comunismo”, escribieron Carlos Marx y Federico Engels en su archifamoso Manifiesto
Comunista de 1848. Una frase que -cual boomerang- vuelve una y otra vez,
aunque con significados y connotaciones muchas veces perversas, como lo ha expuesto Iván de la Nuez en El comunista manifiesto (1). Recurro a esta
manoseada frase del imaginario socialista y comunista, porque me pareció
justo la más apropiada para referirme a la performance “El susurro deTatlin #6 / Yo también exijo”,
que intentó llevar a cabo la artista cubana Tania Bruguera el pasado 30 de
diciembre en la llamada Plaza de la Revolución,
y cuya aparente frustración o no realización, es lo que
le ha otorgado precisamente su mayor fuerza simbólica y potencial
subversivo.
Apagados parcialmente los apasionamientos que trajeron los tres arrestos-secuestros-desapariciones que sufrió Tania en apenas 3 días (a pesar de que aún está pendiente sobre ella una grave y arbitraria acusación legal, en un país donde las “leyes” son letra muerta y manipulable), quisiera analizar algunas connotaciones de esta propuesta en relación a los vínculos entre arte, política y activismo, pero también a las repercusiones y potencialidades simbólicas que esta acción pudiera tener respecto a cómo afrontar una toma de posiciones –política, ética, ciudadana- de cara a los inevitables cambios que se avecinan en los próximos meses y años en Cuba. Para ello también me interesa -de manera dialógica- citar o referir algunas de las posiciones que se han venido expresando, tanto en los debates en las redes sociales como en artículos con diversos énfasis.
En ese sentido, la posición que ha causado
más controversia -y sorpresa- ha sido el texto del reconocido artista y pedagogo cubano Lázaro Saavedra (2), que
cuestionó a Tania Bruguera varios aspectos
asociados a su performance, tomando como
pretexto las contradicciones que se le han
señalado a los vínculos entre arte,
política y activismo, pero también a las particularidades del contexto político
y artístico cubano. Esa posición de
Lázaro Saavedra ha sido cuestionada en comentarios y
artículos por artistas, curadores o escritores como Pablo Helguera, Elvis Fuentes o Enrique del Risco, con puntos de vista con los que básicamente
concuerdo, y a los que agregaría algunas cuestiones.
Cuando Lázaro Saavedra alude al supuesto “oportunismo” de la acción de la artista, más que verlo en un sentido negativo, creo que más bien es necesario rescatar la “oportunidad” (el momento y contexto precisos) de la acción como base misma de su efectividad y trascendencia simbólica y real. Esta acción de Tania Bruguera surgió como una reacción inmediata –pasional y visceral, podría decirse, pero también profesional, como artista- a un trascendente cambio que se ha producido en las relaciones entre Cuba y los EE.UU., a partir de una negociación secreta entre ambos gobiernos que causó un enorme impacto a todos los cubanos (y al mundo), pero del cual quedó completamente excluida la sociedad civil cubana de dentro o fuera de la isla.
La performance “Yo también exijo” comenzó, de tal modo, en
el momento mismo en que se produjo el anuncio de la reanudación de relaciones,
cuando Tania envió una carta abierta dirigida a
Raúl Castro, Barak Obama y el Papá Francisco reclamando por la exclusión absoluta en
esas negociaciones de la sociedad civil, así como la demanda de tomar
en cuenta las voces de esos cuidadanos de dentro y fuera de la isla,
de cara a los posibles rumbos futuros
de la isla. A propósito de esto, el curador y ensayista mexicano
Cuauhtémoc Medina (3), en un atinado análisis previo a la performance, señalaba
como la carta abierta y la propuesta de Tania Bruguera en su totalidad,
potenciaban ese imprescindible rescate de las voces ciudadanas politizadas, como base misma de sus intenciones, en un contexto de reivindicación de esas
demandas en Cuba, pero también a nivel
global. Esas demandas civiles y políticas desde el arte –a propósito de aquellos que han acusado de “oportunismo”
a Tania Bruguera por esta acción- se
insertan dentro de una coherente y
reconocida trayectoria de la artista, que
ha demostrado desde hace más de 20 años, tanto en el contexto cubano como en el ámbito internacional, su
preocupación e incidencia
crítica sobre diversos fenómenos políticos y sociales: de la censura a la educación o la migración, entre otros (4).
Ahora bien, lo que
a mi entender le ha dado mayor trascendencia y fuerza simbólica a esta (fantasmal) acción de Tania, es precisamente el
traspasar las reglas y límites que impone simbólicamente el sistema
del arte, pero sobre todo las que impone el régimen autoritario en Cuba (Rafael
Rojas lo llamó con acierto “el arte político como delito común”). De ese modo, si en la edición “El susurro de
Tatlin” de 2009, coincidiendo con los 50 años del triunfo de la “revolución”, el minuto de micrófono
abierto a los ciudadanos quedó
confinado al espacio acotado de un centro de arte, esta vez la acción se
propuso en un espacio público altamente
simbólico que ha sido -por antonomasia- el sitio
de los históricos e interminables discursos de un solo hombre (el Máximo
Líder), y que ahora en su ausencia -también
fantasmal- iba ser sustituido, al menos por un minuto, por las voces
multiplicadas de muchos…
La profesionalidad y sagacidad de Tania Bruguera,
se evidenció no solo en concebir este espacio como el más propicio a nivel
simbólico, sino en saber “negociar”
previamente con los funcionarios de las instituciones subordinadas al gobierno
(Consejo Nacional de las Artes Plásticas) para tratar de obtener los permisos
necesarios, hasta llegar incluso a
proponer un sitio “alternativo”, en este caso las escaleras exteriores del
Museo Nacional de Artes, que
resultaba tan efectivo como el de la Plaza de la
Revolución, pues como la artista misma expuso,
se ubica justo entre el arte (en la entrada de la institución museal,
aunque en el espacio público) y lo político (frente a la urna-monumento del
emblemático yate Granma y del antiguo Palacio Presidencial, en una zona popular como La Habana
Vieja). En este caso, el funcionario del
CNAP, Rubén del Valle (5), no solo no cedió,
intentando que la performance se realizara bajo sus reglas en el interior de la
institución, sino que también mintió sobre lo que se había intentado negociar
en la reunión con la artista, para hacerla quedar como alguien intolerante, intransigente. A partir de ese momento, sin el apoyo de la institución-arte y con las “naves quemadas”, la artista
actuaba bajo su cuenta y riesgo, más allá del sistema del arte mismo y dentro de un sistema más amplio (el político) altamente
represivo y censor.
Sobre las
contradicciones de lo “artístico” en sus
dimensiones y búsquedas políticas o sociales se ha escrito y polemizado hasta la
saciedad, tanto por artistas como por filósofos, historiadores, curadores,
ensayistas: de Joseph Beuys a Hans
Haacke y Ai WeiWei, de Lucy Lippard a Marta Rosler y Regina Galindo, de Santiago Sierra a Marcelo Expósito y Dora García, de Luis
Camnitzer a Nelly Richard y Gerardo Mosquera, de Hal Foster a Boris Groys y Jacques Rancieré, entre otros (6). En este caso particular, considero que Tania
Bruguera logró con esta acción (fantasmal),
traspasar los límites del arte y
llevarlos al ámbito de la política, subvirtiendo así esa mutua anulación que –por ejemplo- Jacques Rancieré o Hal
Foster han señalado al arte con pretensiones políticas, y más bien potenciándolo
desde una perspectiva crítica y subversiva
que va más allá de los espacios acotados y condicionados de lo institucional artístico.
El riesgo al que se ha visto sometida Tania Bruguera al traspasar estas fronteras de legitimidad y “permisividad” que ampara el sistema artístico, y mucho más en un contexto represivo como el cubano, se hizo evidente no solo con la prohibición de la performance por parte de la policía política, sino en la triple detención-secuestro de la artista y la ilegal confiscación de su pasaporte y sus medios de trabajo y comunicación. No obstante, como la misma artista ha dicho, paradójicamente quienes se ocuparon de realizar la verdadera “performance”, en un sentido infame, fueron las mismas fuerzas represivas del régimen, que actuaron de la peor manera, evidenciando así la naturaleza de sus reacciones instintivas, por el terror que le tienen a la mínima posibilidad de que el ciudadano común pueda manifestarse de forma relativamente libre y autónoma en los espacios públicos.
El riesgo al que se ha visto sometida Tania Bruguera al traspasar estas fronteras de legitimidad y “permisividad” que ampara el sistema artístico, y mucho más en un contexto represivo como el cubano, se hizo evidente no solo con la prohibición de la performance por parte de la policía política, sino en la triple detención-secuestro de la artista y la ilegal confiscación de su pasaporte y sus medios de trabajo y comunicación. No obstante, como la misma artista ha dicho, paradójicamente quienes se ocuparon de realizar la verdadera “performance”, en un sentido infame, fueron las mismas fuerzas represivas del régimen, que actuaron de la peor manera, evidenciando así la naturaleza de sus reacciones instintivas, por el terror que le tienen a la mínima posibilidad de que el ciudadano común pueda manifestarse de forma relativamente libre y autónoma en los espacios públicos.
Retomando la
otra crítica realizada por el artista Lázaro Saavedra a la performance de Tania
Bruguera, más referida al contexto cubano -tanto al artístico como al de la disidencia
interna- es de agradecer que Saavedra reivindique al artista cubano que está atrapado dentro de Cuba y no puede expresarse, por
miedo o por conveniencia, pero sobre todo a
los disidentes que sin un nombre reconocido internacionalmente -como Tania-
luchan día a día, muchas veces de manera anónima y sometidos a una enorme
presión en todos los sentidos, contra ese sistema. Sin embargo, pretender que la artista debería estar involucrada directamente en actividades de disidencia
política desde hace años, es absurdo y
un contrasentido (algo similar se le podría pedir a cualquier artista, incluido
al mismo Lázaro), no solo porque ese no ha sido el espacio en el que ella
se desenvuelve y reivindica para su trabajo y sus inquietudes, sino porque además, con propuestas relacionadas con el contexto cubano, desde hace años Tania Bruguera ha realizado con frecuencia diversas críticas y
cuestionamientos a las formas autoritarias y censoras de ese régimen: de "El cuerpo del silencio", pasando por "Memorias de la posguerra", hasta "El susurro de Tatlin #1", entre otras. Lo consecuente y digno de sus posiciones, lo ha demostrado al exigir además que todos los otros activistas, artistas, escritores o gente común que fue encarcelada por asistir -o intentar llegar- a la performance, fuera liberada como condición para ser liberada ella.
Ahora bien, si hay una dimensión fundamental que rescato de la acción “Yo también exijo”, y por lo que considero debe continuar sumamente activa como proyecto y plataforma, más allá de ese simbólico 30 de diciembre de 2014, es el potencial cuestionante y subversivo frente a un poder excluyente y autoritario, en un degradado estado de cosas actual en Cuba -que algunos han dado en llamar “neocastrista”- y cuya principal intención es mantener un férreo sistema represor en lo político, con algunas mínimas concesiones en lo económico (lo peor del capitalismo con lo peor del “socialismo”, podría decirse), para repartirse el país entre una élite gobernante-familiar y un capital internacional (incluyendo ahora al estadounidense), pero a la vez manteniendo en un apartheid económico y político a los cubanos de adentro y afuera de la isla (expresado todo esto en: semi exclavitud laboral, monopolios estatales de inversión, prohibición de inversiones a nacionales, remesas familiares únicamente para consumo, selectividad y censura en el acceso a la internet, junto a otro largo etc.), sobre todo a aquellos que no bajen la cabeza como carneros, y no se avengan a seguir las reglas del juego que se han dictado y que se dicten a partir de ahora.
Si “Yo también
exijo” genera un movimiento cívico-político, intelectual y ético, que junto a lo
“artístico”, aúne fuerzas y movimientos diversos para demandar y exigir alternativas desde
esas voces ciudadanas y politicas autónomas (no olvidemos que fueron apenas unos pocos activistas,
intelectuales, artistas, los que tuvieron el valor de confrontarse
a los estados totalitarios de Europa del Este, hasta que se convirtió en un movimiento
masivo), por primera vez se pudiera hacer temblar a un régimen en crisis, como lo ha hecho en estos días Tania Bruguera
con su (fantasmal) performance.
. Referencias:
1. Artículo de Iván de la Nuez en el País: http://elpais.com/diario/2011/11/11/opinion/1320966012_850215.html
/
Referencia
del libro: http://www.casadellibro.com/libro-el-comunista-manifiesto/9788415863342/2210009
2. Texto de Lázaro Saavedra en blog de Enrisco: http://enrisco.blogspot.com/2014/12/se-abre-el-debate.html
3. Texto de Cuauhtémoc Medina en su blog: https://cuauhmedina.wordpress.com/2014/12/29/yotambienexijo-la-socializacion-del-socialismo-y-la-exigencia-de-recuperar-el-ser-politico/
4. Página de Tania Bruguera: http://www.taniabruguera.com/cms/
Recopilación
de textos, entrevistas, videos en mi blog: http://gekain.blogspot.com/2010/12/tania-bruguera-cuerpo-arte-y-politica.html
5. Entrevista a Rubén del Valle: http://cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/35056-tania-bruguera-el-extravio-de-un-susurro-entrevista-a-ruben-del-valle-lantaron
6. Sobre este tema existen una gran cantidad de libros, artículos, reflexiones, entrevistas de estos filósofos, artistas, investigadores y curadores referidos.